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lunes, 27 de abril de 2015

En un campo 
soy la ausencia de campo. 
Así sucede siempre. 
Dondequiera que esté 
soy aquello que falta. 
(Mark Strand, 26 poemas tempranos)

De nada sirve jugar a estar perdida; fingir que no conozco las calles cotidianas, tan tercas, tan iguales al resto de las cosas que parecen llegarnos desde fuera (¿o es al revés?), con esas miradas alargadas y bidireccionales.

Lo que una dice, y no lo que dicen de una, se oculta tras dos ojos y unas cuantas rigideces rebeldes que canalizan las últimas lluvias de juventud sobre la mente. Lúcidos y puntuales, los goterones escurren por un rostro pactado, mientras yo, la verdadera, observo atenta mis extravagancias del pasado, tan pobres, tan humanas... 

Y cuando el sueño que me quita el sueño vierte brisas sensuales al oído de Codorníu y se desliza en secretas caricias susurradas, un sutil laberinto que se hace y se deshace en un abrir y cerrar de ojos me esconde el presente para que la vida comience a buscarse a sí misma por espejos vacíos. 

Es el momento de saltar de corazón a corazón, recordando -en el de Codorníu- intimidades y matices que no alcanzo a saborear del todo porque son suyos; mientras yo -en el mío- mantengo fantasías desenmascaradas, que hacen de los sentidos una simultánea no-experiencia, con toda su coctelería de mundos estériles. 

martes, 21 de abril de 2015

Voy al torrente, a comprobar el fluir de su jaspe, o a la ladera vecina, a sentarme en las peñas.
Mi mente, nube solitaria, en nada se apoya.                                                                   (Han Shan, Poemas del Monte Frío)
En los atardeceres violáceos, siento a Codorníu.  En mis sueños con él, aquí, a mi lado, disfruto tormentas de sabores... y me relamo, dado que no puedo disfrutar ya del pececillo de su boca. Sin ir más lejos, ayer llovió a mojito, hoy a flan, mañana le dejaré que elija...

También hay personajes desconocidos que se manifiestan repentinamente como meros nombres, de forma espontánea, y que no encajan en la cuadrícula cotidiana ni por asomo. Sin embargo, aquí nadie se mete con ellos ni les presionan con lo que "hay que hacer" ni nada de eso, todos sabedores de que únicamente somos imágenes en un espejo: historias preciosas colgadas del azogue, frutos de la existencia en sí, innumerable e incognoscible, donde no hay hombre ni mujer, solo conciencia sin forma que todo lo admite.

La llave de mi hotel -por si en sueños me encontráis alguno- no es la de un Meliá propiamente dicho. Tiene la forma de una tortuga y, cuando voy a la playa, se mueve sigilosa hacia las olas haciendo bascular el caparazón como si, por debajo, se bailase un paso de cofradía. Ayer, sin embargo, me tocó un bígaro antracita que dejaba un rastro de babas de colores; muy bonitas, por cierto. Para la noche acabo de pedir una llave luciérnaga...   pero el escarabajo macho, en un descuido, la cogió en brazos y se la llevó volando. A ver cómo entro ahora al corazón de Codorníu.

lunes, 13 de abril de 2015


No tiene nada que ver con sentirse de una cierta manera. Es tan sencillo como sentir la manera en que uno se siente. 
              Jon Kabat-Zinn

Desde Corrubedo he llegado a un lugar, que nadie sabe cómo se llama; si alguien estuvo, no recuerda ya quién es ahora. Me guardo el nombre que tenía yo, aquí, en este bolsillo. Sé que Codorníu me sigue invocando en las largas noches y me siento obligada.

Para ilustrar sus sueños, acabo de susurrarle cuatro rasgos de mi nueva existencia. Por ejemplo, que el viaje ha sido muy rápido, cómodo y sin miedos. Es este un lugar apartado en el que no hace ni frío ni calor y la comida es estupenda. No hay tiendas para turistas (aviso: no podré comprar nada), porque no hay turistas en este intercambiador sino paraísos vacíos al pie de cumbres sin coronar. 

Un enorme techo de palma de estrellas me cobija. Por él se cuelan éxtasis boreales, volantines de medianoche y amaneceres azules, morados, rojos, anaranjados... ¿Sigo?

Estos paisajes son tan inimaginables que no sirven para postales. Hoy, sin ir más lejos, he descubierto unas alboradas que se desperezan con el primer sol tocando canciones a ritmo de bossa cubana. Por aquí, las cosas suceden así, simplemente. Esa es la palabra: suceden; sin un aduanero que se las apropie como sujeto que las disfruta o las padece.

sábado, 4 de abril de 2015

"La inteligencia busca;
 pero quien realmente encuentra
 es el corazón"   
                  Georges Sand

Aunque nunca será ya lo mismo, sé que sucederá lo inevitable con la llegada del buen tiempo. Fingiré que cambio la ropa de cajones, de armarios, de maleteros... Por algún inesperado rincón, aparecerán, como cada año, aquellas gafas de espejo de montura redonda.

Déjame que te espere, aunque no vuelvas, decía la nota pisada con el caramelito de L'Ile de Ré, que cada lunes me dejaba Codorníu en el mismo asiento del andén del metro de Sevilla. 

No sé por qué accedí a verme con él. Tantos lunes durante tantos años, me conmovieron... Hoy me salva saber como sé ahora que no hay un mundo único y objetivo; que hay muchas realidades que se entrecruzan; y, sobre todo, que no mando en mis actos, que no decido nada, que no hago nada...  de igual manera que no decide sus movimientos la imagen que se refleja en un espejo. 

Codorníu llegó con "Los cantos de Maldoror" bajo el brazo, lo que me provocó una sonrisa. Sin apenas palabras, consiguió que, a cambio de sus gafas –que enseguida reconocí como mías– le anotase una frase en la primera hoja del libro del Conde de LautréamontNo se me olvidan sus ojillos de zorro a partir de ese momento. Así que, recién acabada la botella de Havana, le clavé esta frase en el corazón: 

Si la lees aquí, te mato.

Mi amenaza no era literal, y él lo sabía. En mitad del silencio -un silencio asfixiante-, Codorníu se levantó para ir al servicio. Al andar, saltaba a la vista que le faltaba el suelo... y le sobraba pena por lo que intuía. 

Me sentí muy triste. Ni él ni yo esperábamos algo así de mí. Ahora, ya no tiene remedio... ni yo, lágrimas suficientes para lavar ese trozo de nuestro pasado.

–Te veré en mis sueños –le había escrito como despedida con la garganta encogida.

Se lo iba a comentar al irme... pero la borrachera de mi corazón se disipó de golpe. Todavía a estas alturas repaso los hechos e intento hallar una explicación, que solo el guionista -de haberlo- conoce. Como una marioneta que se mueve a sí misma, mis manos cobraron vida propia para arrancar la primera página y dejarla sobre la mesa pillada con un vaso. Recuerdo cómo fue a parar el libro a mi bolsillo, su portada aún la acarician mis dedos en las noches frías cuando le busco por Lavapiés...

Pero no recuerdo ni cuándo ni de qué manera salí a la calle. Tal vez lo hice entrando en su corazón para siempre.

De esto hace mucho.