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miércoles, 25 de marzo de 2015

Tú eres Eso que está consciente de que existes. 
                                                    Nisargadatta Maharaj

No somos lo que pensamos que somos. Lo que creemos ser, por obvio que parezca, es solo un concepto; una imagen, hija del pensamiento estéril...

Eso y solo eso murió. El resto lo llevó Chumpéter en una caja hasta la playa de Corrubedo, en mar abierto, amparándose en un Codorníu que le sostenía por el hombro. También este quería que las olas devolvieran, cada primavera, el salitre a mis ojos. Los de Chumpéter se volvieron nidos vacíos de tanto mirarme desde lo alto de aquellas dunas. No se movió de allí, nadie logró arrancarle hasta el tercer día.

Mientras pudimos contar con la saliva ajena que nos volvía poderosos durante unos instantes, soñamos en los ochenta la quimera de estar despiertos. Pero una sacudida, en forma de desencanto, logró reanimar la lucidez y la consciencia, y esta me concedió algo más de tiempo como hiciera con el Gandalf de Tolkien.

- No sé como soy sin tu espejo -me repetía Codorníu en silencio, mientras repasaba la melena de cenizas desde donde buscaba los filos lunares de las dunas.

Hasta aquellos momentos, los tres teníamos una forma donde apoyarnos. Ahora tan solo soy una brisa que se sienta a su lado, camina a su lado y duerme a su lado. 

A los pocos meses, Chumpéter acabó ingresado con delírium trémens. Una y mil veces le ruego a Codorníu que no pierda el tiempo... que preste atención a lo que siente... que, cuando somos lo que sentimos, nos identificamos con el ser, la existencia, la vida...

Al explotar la primavera se me empañan los ojos, las palabras se hacen de rogar y mi respiración se ensimisma siguiendo el compás de la suya. Entonces, el corazón que compartimos martillea en sus sienes y ahoga un temblor angustioso que le anda tentando en los labios el resto de la estación.



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