"La inteligencia busca;
pero quien realmente encuentra
es el corazón"
Georges Sand
Aunque nunca será ya lo mismo, sé que sucederá lo inevitable con la llegada del buen tiempo. Fingiré que cambio la ropa de cajones, de armarios, de maleteros... Por algún inesperado rincón, aparecerán, como cada año, aquellas gafas de espejo de montura redonda.
Déjame que te espere, aunque no vuelvas, decía la nota pisada con el caramelito de L'Ile de Ré, que cada lunes me dejaba Codorníu en el mismo asiento del andén del metro de Sevilla.
No sé por qué accedí a verme con él. Tantos lunes durante tantos años, me conmovieron... Hoy me salva saber –como sé ahora– que no hay un mundo único y objetivo; que hay muchas realidades que se entrecruzan; y, sobre todo, que no mando en mis actos, que no decido nada, que no hago nada... de igual manera que no decide sus movimientos la imagen que se refleja en un espejo.
Codorníu llegó con "Los cantos de Maldoror" bajo el brazo, lo que me provocó una sonrisa. Sin apenas palabras, consiguió que, a cambio de sus gafas –que enseguida reconocí como mías– le anotase una frase en la primera hoja del libro del Conde de Lautréamont. No se me olvidan sus ojillos de zorro a partir de ese momento. Así que, recién acabada la botella de Havana, le clavé esta frase en el corazón:
–Si la lees aquí, te mato.
Mi amenaza no era literal, y él lo sabía. En mitad del silencio -un silencio asfixiante-, Codorníu se levantó para ir al servicio. Al andar, saltaba a la vista que le faltaba el suelo... y le sobraba pena por lo que intuía.
Me sentí muy triste. Ni él ni yo esperábamos algo así de mí. Ahora, ya no tiene remedio... ni yo, lágrimas suficientes para lavar ese trozo de nuestro pasado.
pero quien realmente encuentra
es el corazón"
Georges Sand
Aunque nunca será ya lo mismo, sé que sucederá lo inevitable con la llegada del buen tiempo. Fingiré que cambio la ropa de cajones, de armarios, de maleteros... Por algún inesperado rincón, aparecerán, como cada año, aquellas gafas de espejo de montura redonda.
No sé por qué accedí a verme con él. Tantos lunes durante tantos años, me conmovieron... Hoy me salva saber –como sé ahora– que no hay un mundo único y objetivo; que hay muchas realidades que se entrecruzan; y, sobre todo, que no mando en mis actos, que no decido nada, que no hago nada... de igual manera que no decide sus movimientos la imagen que se refleja en un espejo.
Codorníu llegó con "Los cantos de Maldoror" bajo el brazo, lo que me provocó una sonrisa. Sin apenas palabras, consiguió que, a cambio de sus gafas –que enseguida reconocí como mías– le anotase una frase en la primera hoja del libro del Conde de Lautréamont. No se me olvidan sus ojillos de zorro a partir de ese momento. Así que, recién acabada la botella de Havana, le clavé esta frase en el corazón:
–Si la lees aquí, te mato.
Mi amenaza no era literal, y él lo sabía. En mitad del silencio -un silencio asfixiante-, Codorníu se levantó para ir al servicio. Al andar, saltaba a la vista que le faltaba el suelo... y le sobraba pena por lo que intuía.
Me sentí muy triste. Ni él ni yo esperábamos algo así de mí. Ahora, ya no tiene remedio... ni yo, lágrimas suficientes para lavar ese trozo de nuestro pasado.
–Te
veré en mis sueños –le había escrito como despedida con la garganta encogida.
Se lo iba a comentar al irme... pero la borrachera de mi corazón se disipó de golpe. Todavía a
estas alturas repaso los hechos e intento hallar una explicación, que solo el
guionista -de haberlo- conoce. Como una marioneta que se mueve a sí misma, mis manos cobraron vida propia para
arrancar la primera página y dejarla sobre la mesa pillada con un vaso. Recuerdo cómo fue a parar el libro a mi bolsillo, su portada aún la acarician mis dedos en las noches frías cuando le busco por Lavapiés...
Pero no recuerdo ni cuándo ni de qué manera salí a la calle. Tal vez lo hice entrando en su corazón para siempre.
De esto hace mucho.
Pero no recuerdo ni cuándo ni de qué manera salí a la calle. Tal vez lo hice entrando en su corazón para siempre.
De esto hace mucho.
Muy bueno esa parte te veré en mis sueños me ha encantado, así veo yo a quien ame mucho.
ResponderEliminarBesito
De sueño a sueño, y tiro porque me empeño, jaja.
ResponderEliminarSí, la frase tiene su miga. Y su amiga.
Besos, Inma.