La paradoja de toda práctica espiritual es esta: Debemos hacerla para "ver" que no estamos "haciéndola".
Codorníu no quiere soltar su aparente existencia como individuo, verdadera causa del sufrimiento. Tal creencia proyecta en su mundo externo la ilusión de que es un cuerpo, separado del resto. Esa poderosa ofuscación tiene raíces profundas en niveles de la mente que serían de imposible acceso sin mi ayuda.
Codorníu no quiere soltar su aparente existencia como individuo, verdadera causa del sufrimiento. Tal creencia proyecta en su mundo externo la ilusión de que es un cuerpo, separado del resto. Esa poderosa ofuscación tiene raíces profundas en niveles de la mente que serían de imposible acceso sin mi ayuda.
Estos días no coincidimos por Madrid y me tengo que conformar con enviarle pensamientos cuando baja la guardia en alguna práctica dirigida a “parar” la mente conceptual. Solo entonces puede
ser consciente de la pantalla (o el
espejo) que subyace detrás.
- No hay consciencia individual en ningún personaje que aparece separado en este sueño del
mundo –susurro más allá de su oído-. Tampoco en ti, en ninguno. Pero hay una conciencia común, única y completa, detrás de todos los personajes, detrás de toda la película globalmente considerada.
Mira detrás.
Mira detrás.
El caso de la pantalla
o el espejo me han funcionado muy bien como metáforas ejemplares. A veces pienso que está a un clic de conseguir apartar los velos que le
engañan; sin embargo, más de una vez se ha quedado embelesado mirando el dedo que señala a la
Luna, y de ahí no pasa. El otro día le advertí que los ejemplos son de mucha ayuda,
siempre que no se quedase enganchado.
- En este camino de ir abriéndose paso entre tanta
oscuridad, solo una palmatoria auténtica nos guía: la atención. Gracias a ella, quedarán en evidencia cientos de acciones sin sujeto. Cuantas menos de estas te pierdas, mejor. Son vagones que has de ir desenganchando de la máquina -ese yo permanente que crees ser-, hasta dejarla sola y sin sentido. No basta con comprender intelectualmente que tal yo permanente no es más que una alucinación: hay que "ver" que no hace nada, que no tira de nada.
Pero con solo deducirlo no basta.
Defiende con uñas y dientes la credibilidad de su existencia como si fuera verdaderamente real. Para ello cuenta con un montaje muy potente, su identificación con el cuerpo.
Esa es la última baza a la que se aferra permanentemente.
Pero con solo deducirlo no basta.
Defiende con uñas y dientes la credibilidad de su existencia como si fuera verdaderamente real. Para ello cuenta con un montaje muy potente, su identificación con el cuerpo.
Esa es la última baza a la que se aferra permanentemente.
Hola Saleta...café recién hecho. Aunque en muchos de sus vértices odiemos al mundo este nos atrae de tal manera que no soltamos lastres, nuestra aparente existencia queda/está anclada en él... También se llama miedo a lo desconocido ese amarre existencial.
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